A sus 16 años la bailarina de ballet Marianne Salgado ya dirige sus pasos a la prestigiosa Academia de Ballet del Bolshói, una de las más antiguas del mundo, ubicada en Moscú, en donde estudiará por un año, luego de una audición en donde logró convencer a los jueces con la gracia y delicadeza de sus movimientos.

En entrevista para CLASE Marianne compartió su historia, detallando cómo se ha preparada desde muy pequeña para lucir en este arte y dirigirse en los grandes escenarios. De apariencia delicada y con una altura no superior a los 1.60 metros, la joven apoya la punta de sus pies sobre la duela de madera para estirar sus extremedidades y culminar con un grand jeté en el aire. Al aterrizar, su rostro ya no es el mismo, la pasión la transfigura como la princesa Odette, en El lago de los cisnes.

La queretana recuerda que sus primeros acercamientos a este arte fueron a los 4 años de edad; su mamá tenía que ir a trabajar a y en vez de contratar a alguna nana, la dejó al cuidado de la danza.

Al principio, su familia creía que se trataba de una afición pasajera; no obstante, cada año la idea de convertirse en una profesional de la danza clásica iba enraizando en el proyecto de vida de la joven, quien con el apoyo de sus padres, combinó desde siempre las horas de estudio con la práctica dancística.

Su formación comenzó en instituciones como el Centro de Estudios Dancísticos, en Attitude y el Consejo Académico de Arte y Danza Internacional, donde en el marco de la celebración del Festival Internacional de Danza en Córdoba, supo de la escuela de Fomento Artístico Cordobés en Veracruz, famoso por la gran calidad de bailarines que forma.

Marianne Salgado rumbo a Rusia
Marianne Salgado rumbo a Rusia

“Eran las semifinales de la competencia Youth America Grand Prix y aunque esa vez no participé, la directora de la academia me invitó para que me familiarizara con ese tipo de eventos. ¡Quedé impresionada por el nivel! Las niñas y niños entrenaban muchísimo tiempo y tenían buenos maestros, por ello al regresar a Querétaro le dije a mi mamá que quería estudiar en esa institución”, platica emocionada.

Su madre, decidida, hizo las maletas y emigró con su hija en busca de conseguir su sueño. Vivieron en Veracruz donde durante dos años y medio, hasta que Marianne, tras participar en una audición, fue invitada por la Academia de Ballet Bolshói para formar parte de sus cursos de verano.

“Fue la primera vez que tomé un avión sin mi mamá”, recuerda Salgado mientras relata con gran detalle su experiencia, desde que sobrevoló el océano Pacífico hacia Europa y de ahí rumbo al país europeo, donde fue recibida por los académicos de la institución anfitriona, junto con otros centenares de jóvenes provenientes de Estados Unidos, Australia, Canadá e Italia.

Durante tres semanas de entrenamiento intenso y de adaptación cultural, Marianne conoció la técnica dancística de la academia, así como la cultura de los rusos, siendo uno de sus principales retos el lenguaje, ya que a veces se volvía una limitante. Recuerda que aunque había una persona designada para traducir las indicaciones de los docentes al inglés, no siempre asistía, por lo que Marianne tenía que concentrarse en el lenguaje corporal de los profesores para poder entender.

Marianne Salgado rumbo a Rusia
Marianne Salgado rumbo a Rusia

“Cuando ella [la traductora] no estaba, entendía como podía. Lo bueno es que los nombres de los pasos son iguales en todas los países; el ballet es un lenguaje universal”, dice y platica que en los ratos de esparcimiento, en los que podían salir a las cercanías de la institución, pudo conocer a varios amigos rusos.

“Pensé que eran diferentes, más fríos y serios, pero no. Conocí a rusos muy cálidos y amables, aunque eso sí, no son tan afectivos y corporales como los mexicanos. Principalmente me impresionó su nivel de perfeccionismo en todas las cosas”, comenta.

Para su sorpresa, el último día del curso los profesores le entregaron su certificado junto con una carta de aceptación para estudiar durante un año en la academia. Mientras recuerda los detalles, los ojos le brillan como si estuviera viviendo de nuevo ese instante que está por marcar su futuro.

“En ese momento estaba temblando, ¡no lo podía creer! Voy a regresar a Rusia para perfeccionar mi técnica todo ese año. Al final de ese periodo me harán un examen, si lo paso, podré quedarme para estudiar la carrera (…) El ballet es mi vida, de las cosas que más amo; es mi pasión”, dice Marianne, quien sueña con trabajar algún día en grandes compañías dancísticas como New York City Ballet y American Ballet Theatre.

bbg

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