Cuatro lunas en el Sistema Solar son téoricamente capaces de albergar sus propios satélites de acuerdo con su tamaño, pero no se ha descubierto ninguna. Un nuevo estudio indaga en las causas.

La luna de Júpiter Calisto, las lunas de Saturno Titán y Japeto, y la propia Luna de la Tierra, se ajustan a las características de un satélite que podría albergar su propio satélite.

Las fuerzas de marea tanto del planeta como de la luna actuarían para desestabilizar las órbitas de las sublunas que orbitasen lunas más pequeñas o lunas que más cercanas de su planeta huésped.

"La falta de sublunas conocidas en nuestro Sistema Solar, incluso en órbita alrededor de lunas que podrían en teoría apoyar tales objetos, puede ofrecernos pistas sobre cómo se formaron nuestros planetas propios y vecinos, sobre los cuales todavía hay muchas preguntas pendientes", explica Juna Kollmeier, de la Carnegie Institution for Science, coautora de la investigación al respecto publicada en Monthly Notices of the Royal Astronomical Society: Letters.

Se cree que las lunas que orbitan a Saturno y Júpiter nacieron del disco de gas y polvo que rodea a los planetas gigantes gaseosos en las últimas etapas de su formación. Por otra parte, se cree que nuestra propia Luna se originó a raíz de un impacto gigante entre la Tierra joven y un cuerpo del tamaño de Marte. La falta de sublunas estables podría ayudar a los científicos a comprender mejor las diferentes fuerzas que dieron forma a los satélites que vemos.

Kollmeier agregó en un comunicado: "Y, por supuesto, esto podría informar los esfuerzos en curso para comprender cómo evolucionan los sistemas planetarios en otros lugares y cómo nuestro propio Sistema Solar se ajusta a los miles de otros descubiertos por las misiones de caza de planetas".

Por ejemplo, la recién descubierta exoluna orbitando el Kepler 1625b del tamaño de Júpiter es la masa correcta y la distancia de su anfitrión para soportar una subluna, encontraron Kollmeier y Raymond. Sin embargo, la inclinación inferida de su órbita podría dificultar la estabilidad de ese objeto. Sin embargo, sería muy difícil detectar una luna en torno a una exoluna.

Dada la emoción que rodea a las búsquedas de exoplanetas potencialmente habitables, Kollmeier y su colega Sean Raymond calcularon que el mejor escenario para la vida en grandes sublunas es alrededor de estrellas masivas. Aunque son extremadamente comunes, las pequeñas estrellas enanas rojas son tan débiles y sus zonas habitables están tan cerca que las fuerzas de las mareas son muy fuertes y las lunas (y con frecuencia incluso las lunas mismas) son inestables.

Finalmente, los autores señalan que una subluna artificial puede ser estable y, por lo tanto, servir como una cápsula de tiempo o puesto avanzado. En una órbita estable alrededor de la Luna, como la estación Gateway propuesta por la NASA, una subluna mantendría los tesoros de la humanidad seguros para la posteridad mucho después de que la Tierra se volviera inadecuada para la vida.

cetn

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