Al menos 10% de los bebés desarrollan algún problema motriz durante su vida adulta por no haber detectado a tiempo las anomalías en su neurodesarrollo, de acuerdo con Felipe Martínez Matehuala, investigador de la UNAM campus Juriquilla.

Durante los últimos dos años el doctorante en Ciencias Biomédicas ha trabajado para identificar las alteraciones neuromotoras en los pequeños, tiempo en el que ha podido comprobar que es muy común encontrar factores de riesgo en los bebés o madres embarazadas; sin embargo, por la falta de una cultura de prevención los niños nacen con estos  problemas.

Debido a que las repercusiones físicas no se muestran de manera inmediata, el equipo de investigadores, al que pertenece Felipe Martínez, ha desarrollado un sistema de medición de los movimientos que cualquier bebé hace de manera mecánica, como lo es: levantar la cabeza, gatear o estar de pie. Destaca que de no hacerlo, de grandes no pueden hablar bien o  memorizar de manera adecuada.

Los movimientos que se evalúan deben cumplir tres primicias: son patrones estereotipados, todos los bebés los deben hacer iguales; son específicos de la especie humana, hay otros animales que tienen sus patrones pero son diferentes; son automáticos, con el hecho de poner al bebé en la maniobra lo debe reproducir.

Al describir cómo se mueven los bebés recién nacidos, mediante la Técnica Catona que analiza los movimientos innatos que tiene el cuerpo humano, se puede identificar si es necesario realizar un tratamiento que se basa en repetir los patrones que no puede llevar a cabo. Desde poner a los bebés en una posición de gateo para que comience a reproducirlo hasta que se “grabe” adecuadamente.

“La dificultad de evaluar a un bebé es que cuando esté pequeño tiene estos factores de riesgo, que son eventos alternos al neurodesarrollo, pueden provocar o generar un daño cerebral, puede ser muy compleja o muy levecita. Estos factores de riesgo se dan en el nacimiento, en los últimos meses del embarazo o los primeros cinco de vida y las repercusiones no se muestran de manera inmediata”, explicó.

El trabajo de laboratorio que realiza el equipo de este fisioterapeuta consiste en colocar a los bebés en las posiciones requeridas para llevar a cabo dichos movimientos.

Con ayuda de sensores de movimiento, conectados a una computadora, pueden hacer los cálculos sobre cuánto tiempo tardan en realizar la acción, o bien, las variaciones musculares entre los brazos y las piernas.

Aumenta la probabilidad de tener alteraciones neuromotoras, tanto sensoriales o motrices, cuando existe alguna infección en el embarazo, en bebés prematuros, partos extensos, aumento de la bilirrubina o problemas en la alimentación de la madre, e inclusive problemas de adicciones.

De acuerdo con el investigador el tipo de daño que puede presentarse depende de la región cerebral en la que se registra la alteración; puede ser el lenguaje, tanto en entender como en reproducir; también se llegan a registrar problemas visuales o de coordinación motriz.

Los investigadores del Instituto de Neurobiología, pertenecen a la Unidad de Investigación de Neurodesarrollo, en la que participan diversas áreas como la Unidad de Biomecánica. Todo este equipo le da seguimiento a los bebés desde los dos meses hasta los ocho años, una vez que se identifican los factores de riesgo y hasta que se comprueba que se realizó un desarrollo adecuado.

Este grupo de científicos son los primeros en hacer evaluaciones biomecánicas en recién nacidos utilizando la Técnica Catona, pues dijo, pocos fisoterapeutas se interesan en la investigación y aún es más reducido el número de trabajos que se enfocan en los pequeños, por la complejidad que representa.

Actualmente esta investigación ha encontrado una problemática para su conclusión, debido a la falta de interés de los padres en evaluar a sus hijos cuando no detectan un riesgo latente. Por ello, invitó a los padres a llevar a sus hijos menores al campus de Juriquilla de la UNAM, donde serán evaluados y con ello garantizar que no se desarrollen algún problema motriz durante su etapa adulta.

“El problema es que culturalmente no llevamos a nuestros bebés a ser atendidos a menos de que veamos algo extraño, cuando los llevan tienen dos beneficios: nos ayudan a detectar a los bebés que tienen algún problema; además, los papás estarán completamente seguros de que están sanos sus pequeños y no deberán esperar a que se comiencen a mostrar los efectos”, aseguró.

Para Felipe Martínez Matehuala, la función de la ciencia debe ser la de generar nuevo conocimiento, por ello, es necesario que se sumen esfuerzos en el sector público y las áreas de investigación para que se homologuen los mecanismos de prevención ya que de este modo se podrá disminuir el porcentaje de niños que son atendidos en las fundaciones.

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