Escribo en  un martes 13 del mes y yo, miembro activo y militante de la legión de los godinez, estoy esperando a que caiga la quincena. Sí, sé bien que el dolor que aquí les comparto también lo han sufrido ustedes y por eso esta columna la dedico a una de mis esquinas de batalla, esas que son un oasis de sabor y, también, un salvavidas cuando la cartera está herida y sangrante. Porque esas esquinas abundan en la CDMX y se rigen por la regla del BCB: son buenas, son coloridas y son baratas.  Yo tengo una lista bien catada de estas opciones y hoy me permitiré ahondar solo en  una: porque faltan dos días para la quincena y porque, si no nos ayudamos entre nosotros los godinez, ¿quién lo hará?

Hablo de  la esquina de  Morelia con Colima, en la colonia Roma,  enfrente del Jardín Pushkin. Se trata de una esquina donde las personas saben que ahí sucede algo; algo bello,  comunal y que el olfato reconoce a una cuadra de distancia y nos dice: “ahí hay algo bueno; anda, ve, descúbrelo, no pasa nada.” Y ese algo es una hamburguesa doble con queso y piña coronada de lechuga  fileteada, chorros de cátsup y mostaza, rajitas bien picadas y una rodaja de jitomate. Ese ahí es un carrito rojo de hamburguesas a la parrilla que lanza, cual dragón  en batalla, chispas provenientes de la parrilla; y humea y resopla el humo umami de una carne  delgada, económica,  que se dora al fuego con todo el sabor guerrero y hamburguesero de la Roma.

Para los  policías del buen gusto que condenan este tipo de expresiones culinarias, yo creo que, como en todo, la mejor experiencia es la que a ti te gusta y que el universo culinario es amplio y da para todo. Pienso que solo cultivando un rango gustativo amplio, democrático y diverso se puede apreciar todo tipo de comida. Ahí está el meollo y el por qué afirmo que la hamburguesa doble con queso y piña de Hamburguesas a la parrilla es de las mejores en esta colonia.

La variedad de hamburguesas del carrito es: sencilla, sencilla con queso, doble con queso, doble con piña y, por último, doble con queso y piña. Su menú es un crescendo  en capas, en grosor, en añadiduras  que construyen a esta hamburguesa en un bocado completo, por demás sabroso, que mezcla  lo dulce de  la piña  con lo ahumado de la carne y  que  sabe a gloria tanto a las dos de la tarde como a la medianoche. Porque este carrito, como nosotros los godinez, también aguanta el trajín diario, las jornadas largas, el rigor de las multitudes. Porque  un carrito así también lo soporta todo: las lluvias, el tráfico, el ruido y hasta el fin de la quincena.

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