María Luisa Pérez vive en un departamento que se está agrietando, en una unidad habitacional de Cuautla, Morelos. "En el baño se ven grietas, en la ventana de la sala, en el comedor, en mi recámara. Se mete la humedad”.

Hasta hace algunos años, en su departamento de 14 metros cuadrados vivían seis personas. Compartían las dos habitaciones, la sala comedor, la cocina y el baño. Como ella, tres de cada 10 mexicanos viven “amontonados”, generalmente en viviendas deterioradas compartiendo un espacio mínimo donde es casi imposible moverse, de acuerdo con Softec, una consultoría en proyectos inmobiliarios.

A 455 kilómetros de la casa de Maria Luisa, en la Universidad de Papaloapan, un grupo de científicos mexicanos creó el PAS, un material hecho con ceniza de caña de azúcar y desechos de papel, que al ser procesado se vuelve más resistente que el concreto e impide la entrada de agua.

Es producto del equipo multidisciplinario formado por Martha Poisot y Axel Villavicencio, de la Universidad del Papaloapan; y los investigadores Patricia Ponce y Tezozómoc Pérez, de Durango y Campeche. Por esta innovación, los científicos ganaron un concurso de ingeniería en Londres, Inglaterra, el año pasado.
 

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Construir con ceniza

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Ayudar al ambiente

Cuando Axel estaba estudiando la carrera de arquitectura en la UNAM, desarrolló un proyecto para obtener energía eléctrica aprovechando el movimiento del agua. “¿Qué es eso de sacar energía de medios mecánicos? Usted estudió arquitectura, haga casitas”, le dijeron.

Un profesor le dijo que eso se llama “arquitectura sustentable”, fue el primero que creyó en él. “Eran los años 90 y casi no se escuchaba ese concepto”.

Cuando Axel concluyó su doctorado hace seis años, se mudó a Oaxaca y conoció a la doctora en química Martha Poisot, quien trabajaba los primeros prototipos del PAS.

Martha  le pidió diseñar los modelos de vivienda que se construirán y después, se pusieron en contacto con la doctora Patricia Ponce y con el doctor Tezozómoc Pérez para que hicieran las pruebas finales al material.

“Nos han apoyado con las pruebas de resistencia mecánica y corrosión”.
 

La casa siempre está llena

Maria Luisa, su esposo René y sus cuatro hijos vivieron “amontonados” en un departamento durante años, hasta que uno a uno sus hijos mayores se fueron marchando y ahora sólo queda la hija menor.

Sus hijos mayores viven en departamentos similares, a unos cuantos edificios del de María Luisa. Cada tarde, ellos y sus pequeños hijos la visitan: “la casa siempre está llena, nunca somos menos de 10. Ya en la noche nos quedamos los tres que estamos, nada más”, comenta María Luisa.

René, el esposo de María Luisa, pagó su casa de Infonavit con un crédito que le dieron en el trabajo. “Fueron como 7 u 8 años que mi esposo estuvo pagando, no recuerdo cuánto le descontaban de Infonavit”.

En los 30 años que llevan viviendo ahí, no se han cambiado los tubos del drenaje que pasan entre los departamentos, ni se le ha dado mantenimiento al techo del cuarto piso, que soporta los tres tinacos del edificio.

Como María Luisa, hay 34 millones de mexicanos que aún residen en viviendas con algún tipo de rezago, según el último estudio Estado Actual de la Vivienda, del Centro de Investigación y Documentación de la Casa.

María Luisa y su familia viven en el segundo piso. Cuenta que hace unos años hubo una fuga en el tercer piso y su techo se agrietó. Las paredes hechas de tabique con cemento, no impiden que se filtre humedad en tiempo de lluvia.

Comenta que si bien el inmueble es viejo, sus vecinos lo están deteriorando más: “Están haciendo ventanas y puertas donde no deberían. Ya hicieron una estructura para que aguante todos los pisos que tiene, pero resulta que en medio de la cocina se les ocurre hacer un arco o abrir una ventana en el comedor y eso lo debilita”.

Una brigada de Protección Civil visitó la edificación y advirtieron a los vecinos que no pusieran más tinacos porque no soporta más peso. Que si alguno quiere poner un tinaco, deberá construir una estructura por fuera y colocarlo ahí.

María Luisa dice que si pudiera se cambiaría de casa, pero ¿dónde? Aun si su familia tuviera los recursos para mudarse hoy mismo, al año se requieren 7 millones de casas populares, de acuerdo con Jorge Wolpert Kuri, director general de la Comisión Nacional de Vivienda.
 

Edificios enfermos

Irritación en los ojos, nariz y garganta, problemas para respirar, ronquera, fatiga mental e incluso vómitos y mareos, son síntomas que los habitantes de tres de cada 10 construcciones modernas han padecido, según un informe de la Organización Mundial de la Salud.  

Las construcciones con este síndrome no permiten la circulación del aire, no cuentan con ventanas que se puedan abrir y tienen muy altos o muy bajos niveles de humedad, señala el informe.

Por ello, recomiendan el uso de materiales de construcción que impidan el desarrollo del Síndrome del Edificio Enfermo. Como dice Axel “se necesitan materiales inteligentes que te permitan desarrollar tu trabajo cómodamente”.

Incluso algo tan común, como tener ventanas, aumenta el bienestar de quienes habitan una casa, pues se ha demostrado que la sensación de control de lo que ocurre en el exterior da una sensación de seguridad, según el artículo Algunos factores físicos y psicológicos relacionados con la habitabilidad interna de la vivienda, de Maritza Landázuri y Serafín Mercado, investigadores en psicología, de la UNAM.

“Las personas tienen derecho a una vivienda digna que puedan llamar hogar y no casa. Pero ahora no se les está dando, ni en precio ni en metros cuadrados de construcción”, explican los investigadores.
 

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Vivir en un hogar

En México, donde se construyen casas cada vez más pequeñas, los precios de los materiales de construcción se han triplicado en 17 años, sobre todo en 2009, como consecuencia de la Gran Recesión. 2017 es el año con los precios más altos en esta industria, de acuerdo con el Centro de Estudios Económicos del Sector de la Construcción.

El país tendrá que comprar cemento de China y Estados Unidos, dos de los principales productores a nivel mundial, porque el cemento mexicano es más caro desde junio de este año, según estadísticas del portal estadístico Statista GmbH.

Los científicos opinan que la calidad de la vivienda no debería sacrificarse por un beneficio económico. Aunque los precios de los materiales dependen de situaciones internacionales, ellos prefieren buscar alternativas que no dependan del exterior.

Explican que las pruebas de calidad del PAS han dado buenos resultados: “Queremos sacar este material a la voz de ya, pero tiene que pasar todas las pruebas. También queremos que las viviendas mexicanas sean confortables, cómodas y estéticamente agradables. Hemos tenido apoyo del Conacyt, de nuestra universidad e incluso de otras universidades”.

Sin embargo, para llevarlo al mercado necesitan que el PAS supere todas las pruebas de calidad y resistencia para la vivienda mexicana. “Debemos pasar a la fase de la planta piloto para poder calcular a ciencia cierta el precio del PAS”, comenta Martha. Ella calcula que en tres años el PAS estará disponible a todo público.

A 455 kilómetros de donde hacen esta declaración, María Luisa cuenta que ella y su familia han resanado las grietas de su departamento, pero siempre se vuelven a abrir. “No sé si sea porque se esté inclinando el edificio. Me da miedo”. Ella ha comentado su problema con otros vecinos y varios coinciden en que han resanado las paredes de sus casas, porque “se les mete la humedad”.
 

— “¿Le llaman a alguien para que resane las paredes?”, se le pregunta a María Luisa.

— “No, pues con cemento lo hacemos nosotros, la hacemos de albañil”, concluye.

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