El agua, la molécula formada por dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno, cubre 71% de la superficie terrestre, pero su presencia también ha sido detectada en otros cuerpos celestes, como la Luna. Hace justo dos décadas se presentaban las primeras sospechas formales. En 1998, la NASA envió el Lunar Prospector, una sonda espacial. Entre sus instrumentos, se encontraba un espectrómetro de neutrones con el que exploró la superficie en busca de minerales ricos en hidrógeno.

Los cráteres en los polos emitieron algunas señales que los científicos tradujeron como la probable presencia de agua, pero la NASA necesitaba mayor contundencia y decidió estrellar la nave cerca del Polo Sur del satélite con la idea de liberar vapor de agua tras el choque, sin embargo el esfuerzo fue en vano.

A pesar del intento fallido se mantuvo la esperanza, pues se argumentó que probablemente no había suficiente material para ser detectado por los telescopios, e incluso, cabía la posibilidad de que los especialistas no estuvieran enfocando la zona correcta para percibir el fenómeno. Una década después, una sonda radar ubicada en el Chandrayaan-1, de la Agencia India de Investigación Espacial, encontró 40 cráteres con al menos 2 metros de profundidad de agua de hielo en cada uno de ellos. Inmediatamente los investigadores empezaron a imaginar tentadores escenarios: “Si se convirtiera el agua de estos cráteres en combustible para cohetes, se tendría lo suficiente como para lanzar el equivalente a un transbordador espacial por día durante más de 2 mil años”, opinaba Paul Spudis, investigador de la misión.

Los múltiples estados

La búsqueda no ha cesado y un nuevo análisis de los datos de las misiones lunares ha encontrado nuevas pruebas de que el agua de la Luna está ampliamente distribuida por toda su superficie y no se limita a una región particular, como se especuló hace una década cuando se decía que sólo estaba en sus regiones polares.

La principal evidencia proviene de instrumentos de teledetección que miden la fuerza de la luz del sol reflejada de la superficie lunar. Estos aparatos de alta precisión recogen una huella espectral en longitudes de onda cerca de tres micrómetros, apreciaciones que se encuentran más allá de la luz visible. Esta nueva información le dio una nueva lectura al trabajo realizado por el equipo de Mapeo de Mineralogía Lunar a bordo de Chandrayaan-1, que detectó agua por primera vez sobre la superficie lunar en 2009.

El “diviner”, un instrumento del Orbitador de Reconocimiento Lunar (LRO) de la NASA, fue fundamental para los recientes descubrimientos. Un radiómetro, como el diviner, ayuda a medir la luz que rebota sobre una superficie planetaria y cuantifica la energía electromagnética. Al analizar qué longitudes de onda de luz son absorbidas o reflejadas, se puede saber el tipo de minerales y compuestos que alberga. El nuevo hallazgo de agua en la Luna sugiere que el agua puede estar presente principalmente como OH, pariente más reactivo del H2O que se forma con un átomo de oxígeno y uno de hidrógeno.

Sin embargo, las formas del agua en la Luna son múltiples. Además de estar en forma de hidroxilo depositado en sus minerales, está como hielo de agua en los cráteres fríos en los polos y en la fina capa de gas por encima de la superficie lunar. El reporte publicado en la revista Nature Geoscience indica que los espectros son consistentes y con presencia tanto en el día como en la noche. “Concluimos que OH/H2O puede estar presente bajo condiciones térmicas más amplias que las reconocidas previamente”, se lee en el estudio. Los hallazgos podrían ayudar a los investigadores a entender el origen del agua de la Luna y de qué formas se podría convertir en un recurso útil a mediano plazo.

Los costos de transportación de mercancías a la Luna son aún muy altos, por lo que extraer los recursos in situ aliviaría gran parte de los gastos de la exploración espacial. Si el satélite tiene agua suficiente, futuros exploradores podrían utilizarla como líquido potable extraído del hielo. También se podría convertir el hidrógeno en combustible, mientras el oxígeno se utilizaría para respirar.

Pieza clave para la exploración espacial

La Luna no es el único cuerpo celeste donde ha sido descubierta agua, el satélite helado de Júpiter, Europa, incluso podría tener un océano líquido de más de 90 kilómetros de profundidad apto para la vida; sin embargo, la importancia de la presencia más generalizada de agua en el satélite natural de la Tierra, tiene que ver con la idea de convertirlo en una base estratégica para las demás exploraciones espaciales.

Con el presupuesto aprobado para 2019, la NASA anunció desde finales de año pasado sus planes de volver a caminar, literalmente, sobre la Luna, pero hasta hace apenas unos días se dieron pistas más concretas del ambicioso proyecto de exploración espacial. En una entrevista difundida la semana pasada por la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio, Bill Gerstenmaier, Administrador Asociado del proyecto de Exploración Humana, señaló que nuestro satélite jugará un papel importante en la expansión de la presencia humana en el Sistema Solar, pues se planea que la Luna se convierta rápidamente en un campo de entrenamiento para las misiones a Marte.

Para lograr el mencionado fin, la NASA está planeando una campaña de exploración basada en una serie de misiones robóticas comerciales que puedan satisfacer las necesidades de cargas lunares paulatinamente. Por el momento, la NASA está interesada en agilizar el desarrollo de módulos de aterrizaje humanos con capacidad de carga mediana, es decir de hasta mil kilos, aproximadamente el peso de un coche pequeño. Este será el primer paso para la evolución de landers de mayor complejidad que soporten hasta seis veces el peso mencionado.

La primera de dos misiones comerciales a la Luna por la NASA se tiene pensada para 2022 y está planeada para realizarse mediante asociaciones comerciales con la industria privada (que han demostrado bajar los costos a gran escala) y alianzas internacionales. No sólo el gobierno de EU reconoce la importancia de este tipo de misiones, por ejemplo, el Instituto de investigación Aeroespacial de Corea (KARI) prepara su primera misión de exploración lunar con el orbitador lunar KPLO, que lleva entre sus instrumentos una cámara, provista por la NASA, para buscar con mayor detalle los depósitos de escarcha o hielo que se encuentran en las regiones sombreadas de la Luna.

La NASA también planea utilizar nanosatélites para estudiar el ambiente lunar. Trece CubeSats se lanzarán en 2019 durante la Misión de Exploración 1 de Orion y cuatro es estos utilizarán tecnología de punta para investigar la abundancia, localidades y composición de los recursos de la Luna.

Además del reconocimiento de la superficie lunar desde la órbita, ya se están planeando campaña de análisis de muestras lunares in situ. Para los próximos años ya hay más de diez misiones programadas para mandar robots para hacer pruebas. Varias compañías privadas como SpaceIL, Hakuto, Moon Express, Synergy Moon y TeamIndus enviarán equipos a la Luna. Los gobiernos de China y Rusia también presentan poderosos proyectos al respecto, de hecho, la Administración Espacial China (CNSA) ya tiene trabajando allí al rover Chang'e-3 y se alista el lanzamiento de su sucesora; mientras que la agencia rusa Roscosmos lanzará en 2019 a la sonda Luna 25 para buscar agua al sur.

La competencia se enciende en territorio lunar. El Tratado sobre el Espacio Ultraterrestre, que entró en vigor en 1967, estipula que la Luna es patrimonio de la humanidad, pero para los especialistas este documento contiene importantes lagunas legales y precisamente el agua podría quedar estancada en ellas. Esto se pondrá a prueba durante los próximos años cuando la carrera espacial pise el acelerador.

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