Los pepinos de mar excavan en los fondos marinos y así introducen nutrientes y oxígeno indispensables para el buen funcionamiento de los ecosistemas marinos. Estos invertebrados tienen una función muy similar a la que tienen las lombrices en tierra firme, sin embargo, son mucho más cotizados que una lombriz. El pepino de mar café (Isostichopus badionotus) se considera una delicia en los mercados orientales donde puede alcanzar un costo de 500 dólares el kilo. La doctora Esther Quintero Rivero, Coordinadora de Especies Prioritarias de CONABIO, señala que este organismo es utilizado para hacer sopas y algunos remedios curativos en China, Japón y Corea. No hay permisos para su exportación, pero desde nuestro territorio acaban llegando a EU y de allí a los países que los consumen.

“La pesca del pepino de mar café es bestial. En el Pacífico, su principal área de distribución, se registró en el año 2000 una pesca de 426 toneladas con un valor de ocho millones de dólares. Muchas veces se extraen del país secos y molidos, así que se ignora realmente lo que se está sacando, pero la mayoría pertenecen a esta especie”, señala la especialista. A la sopa de pepino de mar café se le atribuyen efectos afrodisiacos, tal como sucede con el buche de totoaba, el mismo pez cuya pesca ilegal ha contribuido fuertemente a la casi extinción de la vaquita marina.

De acuerdo a la Norma Oficial Mexicana 059 en el país hay 49 especies extintas, 475 en peligro de extinción, 896 amenazadas y 1185 sujetas a protección especial. La especialista explica que el pepino de mar está en esta última categoría que no es precisamente de riesgo, sino que significa que son vulnerables por alguna amenaza especial. Sin embargo, Quintero advierte que dada la explotación que ha tenido la especie y la falta de datos consistentes en la actualidad es muy probable que esta especie en nuestro país ya presente un riesgo mayor que con el que está enlistada.

Faltan datos para establecer riesgos

“No todas las especies de la NOM 059 tienen estudios que respalden el estatus en el que están puestas porque algunas de éstas se contemplan desde el primer listado de 1994, cuando no se pidieron estudios justificativos para ser anexadas. Algunas se han conservado en la lista desde ese entonces y otras tienen estatus de riesgo muy bajo”, señala subrayando que en muchos casos faltan datos para ubicar el rango de riesgo, pero hay especies en las que la alerta es clara.

Otro capricho gastronómico está llevando a una cactácea a la extinción. Se trata de la biznaga dulce, de cuya fibrosa pulpa se produce el acitrón, el popular dulce que se sigue vendiendo cristalizado y listo para aderezar platillos de nuestro país como el chile en nogada o la rosca de reyes.

Entre la serie de plantas amenazadas en nuestro país cobran especial importancia los cactus. “La llamada biznaga burra o dulce está sujeta a protección especial, pero sabemos que las poblaciones están muy diezmadas y el estatus ya debe estar devaluado”. En la actualidad no existe cultivo de la planta en alguna UMA (Unidades de Manejo para la Conservación de la Vida Silvestre), pues el largo desarrollo de la planta de alrededor de sesenta años, hace poco atractivo el negocio para quien espera una rápida retribución económica. “Es relevante que la gente conozca que son especies muy amenazadas y que no debería darse el comercio, pero se mantiene porque la demanda existe, pero debe detenerse para que la planta tenga oportunidad de recuperarse”.

Otro ejemplo en el reino vegetal lo representan los helechos arborescentes. También conocidos como “cola de mono”, son organismos vegetales característicos del bosque nublado. Cuentan con un tipo de tallo que por su dureza asemeja mucho al tronco de un árbol. “Son plantas colonizadoras que forman el suelo y crean micro hábitats para que otras plantas tengan sombra y humedad. Son muy depredadas porque se utilizan para hacer algo llamado maquique, un material poroso que es utilizado como maceta para sembrar orquídeas y otro tipo de helechos. Tienen protección especial, pero la depredación es muy grande por lo que creemos que son especies en estado crítico”.

Precisamente el bosque nublado es el hábitat del quetzal, una especie característica de Mesoamérica que enfrenta riesgo de extinción. Una problemática de esta ave es que habita en el bosque mesófilo de montaña, llamado bosque nublado o de niebla. En México este tipo de bosque estaba en el 10% del territorio y ahora ocupa menos del 1%. Hoy los quetzales en nuestro país sólo se encuentran en las zonas montañosas del estado de Chiapas donde han perdido más del 70% de la cobertura vegetal que necesitan para sobrevivir.

La experta explica que el bosque nublado es un lugar por excelencia para el cultivo de café de sombra en México. “El problema es que en muchas ocasiones se prefiere talar todo el bosque para cultivar café de sol, que es un producto que produce más grano por hectárea, pero de menor calidad. De esta manera también se ha perdido mucho bosque nublado y el quetzal se ha ido restringiendo a un área protegida. En 2003 quedaban cien parejas reproductoras en la Reserva El Triunfo, pero después no hay más cifras”.

Focos rojos

Una especie que probablemente no exista en poblaciones silvestres es el pez sierra, tanto el llamado de dientes grandes, característico del Pacífico, como el de dientes pequeños, que solía ubicarse en el Caribe. “Las dos especies aparecen como amenazadas en la NOM, pero en realidad ya no se han encontrado individuos”, dice la experta. Refiere que el último avistamiento de la del Pacífico fue en 2009, mientras que la del Caribe fue casi una década antes. Tanto la pesca incidental como de blanco mermaron poblaciones.

En el fondo del mar la tortuga laúd corre con la misma suerte, pues en los listados internacionales está catalogada como en peligro de extinción. A pesar de su gran tamaño, pues es la tortuga marina más grande, es muy difícil de ubicar pues se puede encontrar a profundidades mayores de 1200 metros y además viaja por todo el mundo. “Se saben que hay disminuido sus poblaciones entre 70 y 80% en los últimos diez años, estos son registros basados en los momentos en que las hembras reproductoras desovan en playa”, comenta Quintero y subraya que a pesar de su condición sigue habiendo depredación de sus huevos y muerte incidental de adultos en redes.

Enumera otros factores antropogénicos que probablemente han incidido en la baja de sus poblaciones: la contaminación de los mares y el cambio climático. “Uno de sus alimentos son las anémonas por lo que es muy común encontrarlas con bolsas de plástico adentro porque piensan que son alimento. Hay muchos factores que amenazan a estas tortugas, incluso el cambio climático, pues dependen de temperaturas exactas para que sus huevos se desarrollen de buena manera”.

El jaguar, el felino más grande de América y el tercero en el mundo, después del león y el tigre, está en peligro de extinción. Hay censos y programas que procuran su recuperación, pero poco se habla del puma, otro felino cuya situación también es preocupante. “Aunque puede vivir en un ambiente un poco más degradado tiene la misma problemática que el jaguar. Además este tipo de depredadores son animales que son muy mal vistos por los humanos, se les ve como el que devora al ganado y se siguen cazando mucho”.

Entre los grandes mamíferos que la especialista sugiere recordar cuando se piensa en especies en peligro de extinción, está el tapir. Estos son animales que necesitan una distribución muy grande de bosques bien conservados, es así que la restricción del hábitat ha limitado la especie, sin embargo una de las buenas noticias al respecto es que en los últimos años se han reportado poblaciones desconocidas en la sierra Mixe de Oaxaca.

La extinción es la desaparición total de una especie en cualquier lugar del mundo. El planeta se ha enfrentado a muchas extinciones por efectos naturales, sin embargo en los últimos años la gran mayoría de las extinciones se deben al impacto directo, o indirecto, de las actividades humanas. “El que una especie pueda o no sobrevivir es algo multifactorial. Aunque la biología característica de la especie determina mucho su suerte, en cualquier caso la invasión y destrucción del hábitat es el mayor riesgo al que se enfrentan y ningún programa de reproducción en cautiverio podrá cambiar su suerte. Al final nuestra supervivencia, depende de la supervivencia de todas ellas”.

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