La Ciudad de México, Guanajuato y Michoacán son algunas de las entidades federativas que van a enfrentar la desaceleración de la economía con cambios fiscales para el próximo año.

Algunos de estos estados van a incrementar la tasa de los impuestos vigentes, mientras que otros explorarán nuevos, con el fin de fortalecer sus ingresos propios.

Sin embargo, un impuesto nuevo es el que aparece como salvavidas para la mayoría de las haciendas públicas subnacionales, el cual servirá para sortear el panorama económico complejo. Se trata del de bebidas alcohólicas, cuya tasa va entre 4.5% y 5%.

También están optando por los llamados impuestos cedulares o estatales que gravan los ingresos que se obtienen por diversas actividades o goce de bienes.

Algunos están viendo como fuente de ingresos el cobro a plataformas digitales, a las que piensan sacarle provecho, sobre todo para aquellos con alta actividad turística.

Hace unos días, Oaxaca declinó de sus intenciones para realizar una reforma local impositiva, la cual pretendía incrementar los impuestos, argumentando que la dejaba para otra ocasión, con el objetivo de no afectar la economía de los habitantes de una de las entidades más pobres del país.

A inicios de diciembre, el gobierno oaxaqueño había presentado al Congreso local una iniciativa de reforma a la Ley Estatal de Hacienda para crear nuevos impuestos.

Quería aumentar de 3% a 6% el Impuesto sobre la prestación de Servicios de Hospedaje (ISH), además de crear tres nuevos para cobrar el ejercicio de las profesiones, 4.5% sobre la venta final de bebidas con contenido alcohólico y un gravamen sobre la extracción de materiales de remediación ambiental.

Con estas propuestas, el estado estimaba recaudar aproximadamente 332.4 millones de pesos.

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