Para los analistas es muy fácil, después de llevar a cabo profundos estudios, concluir que los mexicanos no tenemos cultura del ahorro. Y en efecto, si revisamos las cifras macroeconómicas y las microeconómicas encontramos que los niveles de ahorro son muy bajos. Las razones para esta situación son variadas, en muchos caso alejadas de lo que nos dice la teoría del consumidor, la cual plantea que si éste espera que sus ingresos futuros sean mayores que los actuales, no tendrá incentivos para el ahorro. En cambio, si cree que sus ingresos van a disminuir, el estímulo será mayor. De igual forma, en principio si los ingresos se perciben como inciertos en el futuro, el motivo para el ahorro es mayor que cuando esos egresos futuros están más asegurados. Esto sería como una planificación del consumo y de los ingresos obtenidos. Sin embargo, en países de bajo ingreso la razón más destacada para que se ahorre poco es porque no hay ingresos excedentes que guardar.

Se pueden enumerar varios factores que influyen en el nivel de ahorro de las personas. El primero, por supuesto, es el nivel del ingreso: si bien se puede tener mucho interés en ahorrar, pero si no se tiene el ingreso excedente, no hay posibilidad alguna. Otros factores están relacionados con el valor del propio ingreso en el futuro, por lo que las tasas de interés y la inflación juegan un rol destacado. En este contexto, el sistema financiero debiera incentivar el ahorro mediante atractivos esquemas; sin embargo, no es así, ya que por un lado las cuentas de ahorros no otorgan ganancias sustantivas y, por otro, las altas comisiones terminar por absorber cualquier ganancia derivada del ahorro.

Un factor importante en el ahorro es la previsión hacia el futuro. No sólo sobre cómo estarán las condiciones de ingreso, sino lo relacionado con el retiro, y es que los mexicanos no ahorramos para la vejez. La encuesta sobre cultura del ahorro para el retiro, encargada por la AMAFORE, muestra que si bien 57 % de los entrevistados ahorra, sólo 21 % lo hace en el sistema financiero formal, prefiriendo mecanismos como las cajas de ahorro comunitarias o los esquemas informales y populares como las tandas o de plano guardarlo en casa. Sin embargo, es claro que esta forma de ahorro es de corto plazo y con un objetivo claro relacionado con completar el gasto o adquirir algún bien o servicio que de otra manera sería inalcanzable.

Otro hallazgo importante de la encuesta está relacionado con las razones para ahorrar. Las dos principales son la compra de vivienda y los imprevistos, seguido de la compra de un automóvil. El retiro es la quinta razón, sólo 6 % de los entrevistados lo mencionan, después de la educación de los hijos y la salud. En este contexto, la cuenta individual de ahorro para el retiro AFORE, no es considerada por los mexicanos como un método de ahorro. Lo anterior principalmente por los mecanismos que impiden la disponibilidad inmediata de los recursos, lo que si permiten las cuentas de ahorro y claro tenerlo bajo del colchón. Así los recursos que se acumulan, en forma de activos de las AFORES, y que a la fecha equivalen a 2.3 billones de pesos y que representan el 13.7 % del PIB nominal, son derivados de los mecanismos de ahorro forzoso y no del ahorro voluntario que apenas llega a 23 mil millones de pesos.

Los mexicanos no tenemos cultura del ahorro, al menos no a los niveles que se requieren. Pero incentivarla requiere dos elementos fundamentales, el primero un mejor ingreso disponible y el segundo un sistema financiero profundo y eficiente. Ambas son asignaturas pendientes. ¿Podemos pensar que las reformas aportarán a la solución de ambos temas? Sólo nos resta esperar.

* Presidente de Consultores Internacionales, S.C.

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