La recuperación de la economía mexicana es aún incipiente. El crecimiento que el Inegi reportó para el mes de julio fue de solamente 2.5%, básicamente el promedio de los últimos 30 años. Para el resto del 2014 el desempeño del PIB seguramente oscilará en alrededor del 3%, lo cual permitirá que para todo el año se contabilicé un crecimiento cercano al 2.3%.

Si bien eso será mejor a lo observado durante el 2013, y a lo contabilizado en la primera parte del año, difícilmente se puede afirmar que ello es el reflejo de la fortaleza económica del país y de las reformas estructurales. Todavía falta mucho por hacer en ese terreno.

En realidad el resultado del crecimiento es un reflejo de un país que tiene las capacidades potenciales para alcanzar mejores niveles productivos y de bienestar, pero al que no se le ha orientado adecuadamente.

Para el 2015 se puede esperar un aumento del PIB, un 3.5%; sin embargo, ello no solo será insuficiente para las necesidades y rezagos que el país tiene, también será el resultado de una economía en donde la participación del gasto público no será un factor decisivo. Al menos es lo que se puede inferir de los documentos oficiales de política económica.

En los Criterios generales de política económica presentados para el 2015 se estima que la economía crecerá 3.7%, algo alcanzable pero claramente menor a lo originalmente planteado en los documentos de política económica previos, en los que se tenía una prospectiva de crecimiento de 4.7%. Si lo ahora prospectado por el gobierno se cumple, será el tercer año en donde México crecerá por debajo de lo planteado en el Programa Nacional de Financiamiento del Desarrollo (Pronafide) y en los criterios de política previos.

No puede soslayarse que ello se dará con un aumento en la deuda pública: en los primeros dos años del gobierno la misma se incrementó en más de 1 billón de pesos y para el 2015 el balance público presentará un déficit cercano al 3.5% (al incluir la inversión), una cantidad similar a la del 2014.

Sin lugar a dudas que esto implica que los ingresos públicos derivados de la actividad económica, son insuficientes para financiar un gasto que sigue incrementándose, pero que no se ha focalizado a la parte de inversión pública. Para el 2015 el gasto en inversión planeado será menor en 6 mil millones de pesos al del presente año. Si bien es cierto que se planea elevarlo en áreas vinculadas con la infraestructura y el sector energético, también lo es que el incremento en el gasto público se dará en la parte menos productiva. Se incurre en la misma estrategia que no ha generado crecimiento: aumento en el gasto corriente y estancamiento en el gasto en capital.

Dado que la inversión pública no crecerá, pareciera que el gobierno espera un aumento en la inversión privada, de otra manera no se alcanzará el crecimiento estimado. Evidentemente que la reforma energética es la gran esperanza, se prospecta nueva inversión privada en ese terreno. No obstante, ello no necesariamente es cierto para otros sectores de la economía, como aquellos vinculados con el mercado interno y que se encuentran alejados de la parte energética.

Para los sectores productivos relacionados con el mercado interno y con el sector externo en áreas de la manufactura la historia podría ser diferente. Los primeros dependerán de la reactivación de la economía en general y los segundos de la proveniente de Estados Unidos. En ambos casos existe la incertidumbre sobre la fortaleza de la recuperación, particularmente cuando la Reserva Federal anuncia la posibilidad de incrementar sus tasas de interés.

El 2015 marcará el inicio de la prueba para las reformas estructurales y su verdadera capacidad transformadora. No solo se tratará de que el crecimiento llegué al sector energético, también es necesario que lo haga en toda la economía, de otra manera se profundizará la inequidad.

*Director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico

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