México y Japón han sostenido una duradera relación que data del siglo XVI, cuando se dieron los primeros contactos ultramarinos de la Nueva España. No obstante, el primer acuerdo llamado Tratado de Amistad, Comercio y Navegación se firmó en 1888 lo que formalizó el vínculo bilateral.

A partir de esa fecha, las relaciones diplomáticas entre los dos países se intensificaron, sólo siendo interrumpidas en 1941 por la Guerra Mundial; una década después, en 1952, se reanudaron, encabezadas por Octavio Paz al frente de la misión diplomática mexicana.

Hace un par de días, hemos sido testigos de un nuevo impulso a las relaciones México-Japón, con la visita del Primer Ministro Shinzo Abe a nuestro país. El interés mostrado fue patente y ha resaltado las grandes perspectivas que se pueden alcanzar entre los dos países en una enorme cantidad de campos lo que permitió firmar 14 acuerdos de diferente índole.

Japón es el único país en lejano oriente con el que México tiene un acuerdo amplio de cooperación económica. A su vez, el grupo de empresarios del más alto nivel que acompañaron al Primer Ministro mostró un interés inusitado por las reformas emprendidas en México.

Japón importa básicamente todos sus productos energéticos y luego de la tragedia de Fukushima incrementó sus importaciones de gas, ya que decidieron cerrar y apagar la planta de energía nuclear. Asimismo, importan la gran mayoría de sus alimentos, aunque han utilizado sus recursos a elevar la calidad de la mano de obra y destacar fuertemente en desarrollos de nuevas tecnologías, por lo que son la cuarta economía exportadora del mundo, sólo detrás de Estados Unidos, China y Alemania.

México mantiene una balanza comercial deficitaria con Japón, a pesar de tener firmado un Acuerdo, que alcanzó 1,833 millones de dólares en 2013. Esta cifra no ha variado mucho desde 2010. Entre las principales exportaciones mexicanas a Japón se encuentran productos alimentarios, como carne de cerdo y bovino, sal, aguacate y algunos minerales; también exportamos algunos vehículos de cilindrada baja y artículos de tecnología media y alta, en muy reducidas cantidades.

Del lado de las importaciones, México compra de Japón vehículos, partes y accesorios de dispositivos de cristal líquido, ensambles para pantallas planas, partes y accesorios automotrices y otros componentes y partes de la industria eléctrica, electrónica y automotriz.

Con el cambio que se ha registrado en la estructura de la oferta y demanda de productos energéticos en el mundo y dada la elevada dependencia de Japón del gas y el petróleo mundial, México podría sacar ventaja al tratar de posicionarse como un nuevo proveedor confiable de petróleo, al tiempo que podríamos abrir la oportunidad con la reforma energética para atraer inversiones al área de petroquímica y extracción de gas, gasoductos y gas shale, así como producción de electricidad, acero y otros productos de la industria metal mecánica, en los que Japón tiene una clara ventaja competitiva.

Con esta estrategia, México podría beneficiarse de un proceso de atracción de tecnologías de producción avanzadas, capacitación de recursos humanos y formación de nuevos especialistas profesionales y técnicos, así como del posible inicio de centros para la investigación y desarrollo en nuestro país.

La declaración conjunta tanto del Primer Ministro, como del Presidente Enrique Peña Nieto ha sido enfocarse también en el mercado de Centro y Sudamérica, por lo que la perspectiva para atraer inversiones japonesas a México es más amplia, ya que no se trata solamente de Norteamérica.

A todo este esfuerzo político y diplomático deberá corresponder un nueva dinámica de los empresarios mexicanos que deberán de ver el futuro con Japón mucho más dinámico que como hasta hoy han reaccionado.

*Presidente de Consultores Internacionales S.C.

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