Donald Trump prometió que si llegaba a ser presidente de la economía más grande del mundo iba a bajarles los impuestos a los contribuyentes y a terminar con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), por considerar que sus socios, principalmente México, abusaban de Estados Unidos.

Lo primero es una realidad y en 2018 las empresas gozarán de una tasa impositiva menos pesada. Lo segundo está sobre la mesa y con la posibilidad latente de que la amenaza se concrete.

En ambos casos, México ha visto cómo estos factores inquietaron a los mercados, sobre todo al cambiario, en el cual el dólar ha arrebatado terreno al peso.

La reforma fiscal

La Ley de Empleos y Recortes Fiscales, mejor conocida como la reforma fiscal de Trump, pasó de ser una ambiciosa promesa de campaña a una realidad.

El 20 de diciembre de 2017 pasó a la historia como el día en que el Congreso estadounidense dio vida al mayor cambio fiscal de los últimos 30 años.

Los titulares de los principales diarios del mundo presagiaban la revolución fiscal que se desatará para enfrentar las nuevas reglas del juego en el ámbito tributario que impondrá EU.

Fue un 9 de agosto de 2016 cuando el entonces candidato republicano, Donald Trump, pronunció uno de sus discursos más significativos en Detroit, Michigan, el centro de la industria automotriz de EU, en el cual despertó más interés su afán por acabar con el TLCAN y levantar un muro en la frontera sur que pagarían los mexicanos, quedando en un tercer plano su ofrecimiento de hacer la mayor reforma fiscal nunca vista desde los tiempos de Ronald Reagan.

Quería que las empresas pagaran menores impuestos. Dijo que si ganaba la presidencia, bajaría de 35% a 15% la tasa corporativa, como estímulo para aumentar los salarios de sus empleados y la productividad. Finalmente, el Congreso aprobó una tasa corporativa de 21%.

De manera inesperada, en noviembre de 2016 ganó y se concentró en tratar de cumplir dos de sus tres principales promesas: el muro y el TLCAN.

Su cuenta de Twitter la convirtió en la forma de gobernar como el presidente número 45 de Estados Unidos, en la que poco se mencionaba la reforma fiscal.

A 16 meses de distancia del discurso en Detroit, la única promesa hecha realidad es la reforma fiscal, que no destacaba en los tuits incendiarios que provocaron las otras dos ofertas de campaña. El muro sigue en veremos, y el TLCAN, entrampado en rondas de negociaciones.

La gran reforma de EU representará un gran reto que deberán sortear las naciones, advirtieron fiscalistas. Pero en especial para México, por la cercanía y el futuro de las inversiones de miles de empresas estadounidenses en el país.

Empresarios, contadores y ejecutivos de finanzas venían insistiendo desde antes en la necesidad de una reforma fiscal en México para estimular la inversión y el ahorro.

Ahora consideran que esta posición es de extrema urgencia, para evitar la salida de las empresas estadounidenses o que cambien de domicilio fiscal para pagar menos impuestos.

La respuesta de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público fue que no hay condiciones para financiar una reducción del impuesto sobre la renta (ISR) para las empresas, a costa de un mayor endeudamiento público. Por el momento, sólo se instalarán mesas de trabajo para analizar el impacto y diseñar medidas para mantener la inversión en el país.

Modernizar el TLCAN

Desde que asumió como mandatario, Trump ordenó la revisión del acuerdo comercial y, desde entonces, se han llevado a cabo cinco rondas y una reunión intersesional, mismas que hasta ahora no reportan mayores avances.

Han destacado más las acusaciones de estadounidenses contra canadienses y mexicanos sobre la falta de seriedad y voluntad de avanzar, señalamientos que no comparten los aludidos.

El secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, aseguró que hay seriedad en todo momento y que se busca llegar a acuerdos que beneficien a las tres partes. A su vez, el jefe negociador canadiense, Steve Verheul, dijo que se trabaja “en una forma constructiva para avanzar”.

No obstante, el representante comercial estadounidense y jefe de la negociación de Estados Unidos del TLCAN, Robert Lighthizer, insiste que falta voluntad y compromiso serio para avanzar.

Al iniciar la modernización, Lighthizer declaró que el compromiso era concluir en siete rondas, las cuales debieron terminar en diciembre. Ante la falta de avances, se decidió alargar hasta el primer trimestre de 2018.

Hasta hoy, el avance de las negociaciones en los temas prioritarios es prácticamente nulo, porque EU planteó a sus contrapartes cambios que Canadá y México consideran “inaceptables”.

Los temas de mayor controversia y en torno a los cuales EU presentó propuestas inaceptables están sin avances. Por ejemplo, el país vecino planteó que el TLCAN tenga una vigencia de cinco años y a partir de ahí sólo se mantenga a petición de las partes. También pidió incrementar el contenido regional de los automóviles fabricados en Norteamérica, de 62.5% a 85%, y que de ese porcentaje 50% sea estadounidense.

EU sugirió también eliminar el capítulo de solución de controversias en temas de dumping y subsidios y que sea opcional el tema de resolución de conflictos inversionista-Estado.

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