El crecimiento mundial se acelerará gradualmente a lo largo del año, en gran parte, por las condiciones fiscales menos austeras y una disminución en el desapalancamiento de los consumidores en los países desarrollados, empero la recuperación aún es frágil.

Las proyecciones apuntan a un crecimiento mundial por arriba de 3% en 2014, dejando atrás años de virtual “estancamiento”. Los motores de la economía serán ahora los países más avanzados, particularmente Estados Unidos, Alemania y Reino Unido, mientras las naciones emergentes avanzarán a un ritmo menor del pico (7.3%) de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) que alcanzaron en 2010.

Sin embargo hay varios riesgos latentes que podrían nublar este escenario, a saber: la falta de reactivación de los gastos en bienes de capital, por parte de las empresas; mayor debilidad en los países emergentes, deflación en algunas naciones desarrolladas, particularmente naciones de la eurozona; y la interrupción en el abastecimiento de petróleo con la consecuente alza en los precios del petróleo. En adición, están presentes los que no fueron previstos, como la intervención rusa en Ucrania.

Analicemos, uno por uno, estos riesgos. Una de las características perturbadoras e inusuales de este ciclo económico ha sido la desconexión entre ganancias y gastos de capital.

Las ganancias y el flujo de efectivo, como porcentaje del PIB, están a nivel récord en el mundo desarrollado, en tanto los gastos en bienes físicos de capital están a nivel mínimo. ¿Cómo se explica esta situación? El mundo se encuentra en un estado de “espera y observa” desde la gran recesión de 2008-2009.

En realidad, la incertidumbre de la política económica, explica en gran parte, esta situación. Adicionalmente otros factores han incidido, como: los temores de la sostenibilidad de la recuperación, en realidad mucho de los aumentos de la rentabilidad han sido por el lado de disminución en costos y ganancias en productividad, no por un alza sostenida en las ventas; y, al halo de aversión al riesgo que priva en el mundo corporativo, reforzado por medidas regulatorias más severas.

Así, estos elementos al conjuntarse con la falta de claridad en la instrumentación de medidas económicas por los gobiernos en el orbe, han provocado que la planeación estratégica en las firmas se haya orientado al lado conservador.

El escenario macroeconómico más frágil en las naciones emergentes, volvió a prender focos rojos en los primeros meses de este año. Datos de crecimiento menor a los esperados en la economía China; la disminución en los estímulos monetarios estadounidenses y la situación financiera muy precaria en algunas de estas naciones, provocaron corridas contra las monedas de países como Argentina, Turquía, y Sudáfrica, entre otros.

Lo que en algunos de estos países les hizo reaccionar elevando sus tasas de interés, complicando su situación de bajo crecimiento y riesgo deflacionario.

De hecho, ahora las naciones emergentes, en general, están creciendo en promedio a la mitad de lo que lo hicieron hace apenas unos años y esas tasas de crecimiento no se volverán a tener a menos de que haya reformas estructurales en estos países, que les permita alcanzar mayores niveles de productividad.

Por otro lado, la amenaza de deflación es un tema que trae de cabeza a varios banqueros centrales. En el G-20, incluso se habla ya de la era de la “guerra fría de las divisas”, privando al interior de éste, un ambiente tenso.

Sin señales claras de cuándo la Reserva Federal iniciará el alza de réditos, esto ha provocado un debilitamiento del dólar, dejando a varias monedas en niveles incómodamente altos, que amenazan seriamente su recuperación.

Así, por ejemplo, la fortaleza del euro, constituye uno de los principales temores del Banco Central Europeo ante la posibilidad de instrumentación de acciones que debiliten sus monedas.

En un ambiente deflacionario, una acción como la que se proponen varias autoridades monetarias, alentaría las exportaciones de sus países. Claro está que en este contexto, los países emergentes se les pondría, otra vez, en la línea de fuego, como ocurrió en la guerra de divisas, el año pasado, que término en un acuerdo en el seno de G-20 de no buscar la competitividad vía tipo de cambio. Si las naciones desarrolladas tomaran acción en junio, los efectos adversos para los emergentes se dejarían sentir de inmediato.

* Es coordinadora de la Maestría en Economía y Negocios y Directora del Instituto de Desarrollo Empresarial Anáhuac en la Universidad Anáhuac, México Norte.

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