Si te sientes cansado en el trabajo y no sabes por qué, lo que comes podría darte una clave. Voltea a ver tu escritorio a ver si hay todavía migajas de la dona que te desayunaste. Además de esta pieza de pan, ¿te comiste unas galletas y un refresco de cola?

“Los alimentos constituyen el combustible que impulsa la producción”, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), una de las autoridades para hablar de nutrición y trabajo, así que éste seguramente no fue el mejor combustible que pudiste echar a tu boca para mejorar tu productividad.

No comer bien afecta la manera en la que te desenvuelves laboralmente. Lo han demostrado muchos estudios al respecto y en ello coinciden especialistas.

“La alimentación influye mucho en cómo trabajamos porque para que nos sintamos bien, todas nuestras hormonas deben estar en equilibrio; entonces, éstas se alteran si nos saltamos las comidas, consumimos azúcares en exceso o no hacemos ejercicio. El estrés nos afecta mucho y se relaciona con enfermedades crónicas. Mucho de regular las hormonas y de no tener estrés está en la comida”, explica la nutrióloga Raquel Pérez de León.

De esta manera, el círculo vicioso alrededor de la alimentación en el trabajo funciona así, según explica la OIT: “Una nutrición deficiente da lugar a una mala salud, que provoca una menor capacidad de aprendizaje, en consecuencia, una mano de obra escasamente cualificada, una productividad inferior, la pérdida de competitividad, costos empresariales elevados, menor crecimiento económico, salarios inferiores, mayor disparidad en la disposición de riqueza y, llegando de nuevo al principio del ciclo, una nutrición deficiente y una mala salud”.

Pero una mala nutrición no es exclusiva de los más pobres. La obesidad, incluso, es un síntoma de que no se están escogiendo las calorías adecuadas.

Mientras que en los países pobres la gente no consume las calorías suficientes para afrontar sus jornadas, en los más desarrollados las personas consumen calorías inadecuadas que los llevan a sufrir obesidad. Al final, ambas desembocan en una mala nutrición que afecta a la productividad.

“En 2001, las enfermedades no infecciosas (relacionadas con la dieta) generaron en torno al 46% de la carga mundial de enfermedades y produjeron el 60% de los fallecimientos en todo el mundo, provocando sólo los trastornos cardiovasculares un 30% de tales decesos. Se prevé que la carga mundial por enfermedades no infecciosas ascienda a 57% en 2020”, explica el estudio Food at work. Workplace solutions for malnutrition, obesity and chronic diseases.

Una mala nutrición, además de influir en la capacidad de trabajo, lo hace en la economía global.

La Encuesta Nacional de Salud y Nutrición revela qué tan mal comemos los mexicanos —ya sea por malos hábitos alimenticios o por pobreza— y menciona que en nuestro país el sobrepeso y la obesidad, así como la anemia y la desnutrición, van en aumento, debido a una dieta inadecuada en cantidad y calidad.

Todo ello desemboca en enfermedades infecciosas y otros padecimientos.

Estar mal nutrido se nota. El 50% de la población mundial tiene deficiencia de hierro, lo cual está relacionado con estados de debilidad, flojera y falta de coordinación y puede impactar hasta en 30% de productividad, subraya Christopher Wanjek, un periodista que estuvo comisionado por la OIT para investigar cómo se alimentaban los trabajadores alrededor del mundo.

Wanjek sostiene que las probabilidades de que un trabajador obeso se ausente de su trabajo se duplica, en comparación con la de un empleado que está sano y en forma.

Una investigación realizada por el Medibank Private en conjunto con Vielife en Australia sostiene esta teoría. El análisis descubrió que los empleados que tienen una mala dieta son nueve veces más propensos a tener días enfermos en comparación con los que están sanos. Asimismo, existen otros factores de riesgo que pueden llevar a enfermarse y no asistir a trabajar como fumar, beber, tener poca actividad física y un peso excesivo, menciona el estudio.

“Los empleados han de comprender que su salud y con ella, su seguridad en el puesto de trabajo, depende de una nutrición apropiada”, recomienda la OIT.

Comer bien para todos

No sólo para los empleados es bueno comer bien, incluso para las empresas trae recompensas. Un estudio de la Brigham Young University que hizo un análisis sobre el ausentismo y la salud de 6 mil 246 trabajadores durante seis años, mostró que aquellos que participaron en el programa de bienestar hicieron ahorrar a la organización, en costos de ausentismo, más de 3 millones de dólares.

En este sentido, un estudio realizado por la consultora Vielife encontró que los empleados con la peor nutrición reportaron 21% más de ausentismo relacionado con enfermedad y 11% menos de productividad que sus colegas sanos.

En México, se han hecho esfuerzos por parte del gobierno para mejorar la nutrición de los trabajadores como la aprobación de la Ley de Ayuda Alimentaria publicada en el Diario Oficial de la Federación en 2011, la cual buscaba implementar comedores o vales de despensa a cambio de deducciones fiscales para las empresas que lo lleven a cabo.

Sin embargo, este esfuerzo es “excluyente”, ya que sólo cubre a los trabajadores surgidos de la relación entre particulares y sólo se pueden pactar ayudas alimentarias (vales por ejemplo) a través de un contrato colectivo de trabajo, es decir, vía un sindicato, lo que permite que sólo grandes empresas puedan lograrlo, según señala un estudio del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM.

Al final, la responsabilidad por lo que se come recae en el propio individuo y hay cambios en la dieta que pueden mejorar la alimentación.

Desayuna saludable, aumenta porciones de frutas y verduras, prefiere agua a bebidas azucaradas. Tu cerebro te lo agradecerá.

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