El panorama de la economía global aún dista de ser claro.

China se desacelera, en un entorno donde el crecimiento de Estados Unidos es insatisfactorio, en tanto que la economía de la Zona Euro está en recesión.

En ese contexto, ocurrió la reunión de banqueros centrales en Jackson Hole, Wyoming, misma que había dado lugar a crecientes expectativas sobre anuncios importantes de política monetaria, en particular, sobre la posibilidad de un nuevo “relajamiento cuantitativo (QE3). No hubo tal cosa, aunque se esperaba algún anuncio en tal sentido.

Punto aparte del aspecto señalado, la lenta recuperación de la economía estadounidense pone en claro que la efectividad de la política monetaria ha sido modesta en materia de contribución al crecimiento. En Jackson Hole, Bernanke ponderó los pros y contras del “relajamiento cuantitativo”, y apuntó que el desempeño de la economía no ha sido satisfactorio, enfatizando que el Fed tiene a su disposición un arsenal de herramientas para alentar el crecimiento en caso de que éste continúe siendo magro.

Por otro lado, si bien en Europa el Banco Central Europeo (BCE) ha procedido a la compra de bonos de los países periféricos de la Zona Euro (bajo una serie de premisas, entre las que destaca el cumplimiento de las medidas de austeridad), en Alemania causó preocupación —en un primer momento—, la posibilidad de que la Corte Constitucional no ratificara la participación del país germano en el “Mecanismo Europeo de Estabilización”, que sustituirá al Fondo Europeo de Estabilidad Financiera, que es parte del pool de recursos para el apoyo de los países en dificultades. Por fortuna, esto no ocurrió, pero revela que es cada vez mayor la oposición de los alemanes a contribuir al rescate de los países periféricos.

El relajamiento de la disciplina financiera en la Zona Euro (compras de bonos de países periféricos por parte del BCE), ratifica la política global de bajas tasas de interés emprendida por el FED. Este entorno de tasas de interés bajas no ha dejado de ser criticado, señalando diversos riesgos —en el caso de EU—, que pueden ir aparejados a una política monetaria sumamente laxa.

Al respecto, hace poco Edward Chancellor criticaba en The Financial Times la política aludida, señalando que Bernanke no ha tomado en cuenta las consecuencias negativas de las muy bajas tasas de interés sobre el crecimiento de largo plazo de la economía global. Entre los aspectos negativos, Chancellor señala que los muy bajos costos el crédito incentivan a los gobiernos a elevar sus deudas haciendo a un lado la disciplina fiscal.

Además, las tasas de interés muy bajas desincentivan el ahorro, a la vez que generan incertidumbre sobre el crecimiento económico, lo que se refleja en empresas inundadas de efectivo, pero renuentes a invertir. Es más, hay estudios que ponen en claro que en Japón, desde mediados de los 90, la política de tasa de interés cero ha permitido que las empresas con baja rentabilidad puedan subsistir, a costa de un sistema bancario que disfraza su cartera vencida.

Por otra parte, es claro —al menos desde Keynes—, que los que utilizaron el apalancamiento especulativo son los principales beneficiados con la política de muy bajas tasas de interés, a costa de los ahorradores prudentes, que reciben rendimientos negativos (la llamada “eutanasia del rentista”).

El otro aspecto que causa preocupación, es que el costo insignificante de las deudas en dólares, al dar lugar a un provechoso carry trade (acarreo de divisas), infla los precios de los activos financieros en los mercados emergentes, entre ellos el de las monedas nacionales, lo que resta “competitividad” a las economías aludidas por lo que obliga a intervenciones masivas de los bancos centrales. Basta señalar que, desde 2008 hasta mediados de 2012, las reservas internacionales globales han aumentado alrededor de cuatro millones de millones de dólares, dando lugar a políticas monetarias laxas en las economías emergentes y, ciertamente, a “booms” en la construcción de infraestructura. La duda consiste en saber qué tanto riesgo conllevan estas inversiones. México no es la excepción.

En síntesis, en un entorno de muy bajas tasas de interés, la economía global no ha podido fortalecer su crecimiento; en tanto, el extremado relajamiento de las condiciones monetarias en los países industrializados eleva la percepción de riesgos a nivel internacional y, en particular, en los mercados emergentes.

* El autor es presidente del Comité de Estudios Económicos del Grupo IMEF Monterrey

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