“No hay fecha que no se cumpla, plazo que no se venza, ni deuda que no se pague”, dice un viejo y conocido refrán. En efecto, han llegado los tiempos del Mundial de futbol. La Copa Mundial FIFA 2014 cuya edición XX se celebrará durante 31 días en Brasil, país hartamente conocido por su afición al futbol, y en los últimos años también por su serie de problemas internos relacionados precisamente con el evento de deportivo.

Es en este último aspecto en el que destacamos al futbol como una de actividades económicas más importantes, no sólo por la venta de derechos de televisión y entradas a los estadios, sino por todos los sectores productivos, de comercio y servicios que se mueven alrededor del evento. Este deporte involucra actividades productivas de diversa índole, desde el turismo (hospedaje y alimentación), el comercio formal, diseño y gestión de eventos, logística, marketing, fabricación de textiles y artículos de todo tipo y, claro, la construcción, sólo por mencionar algunos. Si concentráramos todo en un país que se llamara futbol, éste se ubicaría alrededor del lugar 45 entre las economías del mundo por el tamaño de su PIB.

Este deporte es una auténtica potencia generadora de riqueza, no sólo para los dueños de los equipos, los patrocinadores y los organizadores, también los futbolistas que se logran cotizar dentro y fuera de la cancha. Si existen jugadores que en lo particular se vuelven iconos para la mercadotecnia y ganan mucho por ello, incluso a veces más que sus sueldos, qué decir de una selección de estrellas como lo son la española, la brasileña, la argentina a nivel mundial, y la mexicana a nivel nacional.

El interés y el negocio no sólo están en los jugadores, los equipos y la FIFA. Ser anfitrión del Mundial representa un catalizador y detonador importante para la economía del país sede, al grado de que se lleguen a pagar sobornos para ganar la designación. Todo tiene sus costos, y Brasil en esta edición vaya que los ha estado sufriendo. Según los informes tan sólo en la construcción y remodelación de estadios se necesitó un gasto de 3 mil 700 millones de dólares, a los cuales hay que adicionar las inversiones en el sector turismo, que sobrepasan los 63 mil millones, de los cuales unos 11 mil millones los aportó el estado brasileño.

Por supuesto que ante los gastos realizados se esperan ganancias o al menos recuperarlos. Según los estudios realizados por las corredurías, el turismo en Brasil crecerá 80%, lo que permitirá un ingreso sólo en el sector bienes y servicios de unos 50 mil millones de dólares; además, se estima que se hayan creado más de 3.5 millones de empleos temporales. También hay que considerar las ganancias de la FIFA de alrededor de 4 mil millones de dólares y de los equipos participantes que se repartirán una bolsa millonaria por asistir y según su posición final: el campeón se embolsará 35 millones. Ahora bien, frente a la percepción de que se ha incurrido en gastos enormes y que se recibirán pocas ganancias para los habitantes de a pie, lo que ha provocado diversas protestas en las calles, las autoridades están esperando ganancias económicas, pero sobre todo políticas hacia el futuro.

Estamos siendo testigos de una ola de eventos BRICs. Tanto Copas del Mundo como Juegos Olímpicos de verano e invierno se están realizando en Sudáfrica, Brasil y Rusia. Sin duda, lo que buscan es demostrar músculo y atractivo para las inversiones, así como posicionarse entre las naciones más competitivas, tratando de emular el éxito conseguido por Corea con el Mundial de 2002 y de China con los Juegos Olímpicos de 2008 y Sudáfrica en 2010. Aunque para ello tengan que recurrir, como es el caso de Brasil, a enormes campañas publicitarias, gran cantidad de maquillaje y decisiones absurdas como construir estadios que luego se convertirán en elefantes blancos, sólo para mostrar que todo el territorio brasileño es de avanzada.

Todos en Brasil quieren que gane su selección, pero sin duda los más interesados son los inversionistas y los gobernantes, pues de ello depende su futuro, en especial el gobierno, que se tambalea ente los magros resultados de las políticas de centroizquierda. Pese a la celebración del torneo las expectativas apuntan a que el gigante sudamericano sólo crecerá 1.8% este año, menos que en 2013. Esperemos que la estrategia les funcione para bien del país anfitrión y para Latinoamérica.

Un afamado comentarista deportivo llamó al futbol “el juego del hombre”, pero ante el entorno económico y financiero en el que se mueve este deporte debería llamarse el “juego del dinero y la política”.

* Presidente de Consultores Internacionales, S.C.

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