Este año que apenas inicia tiene un común denominador: La incertidumbre. Las mayores elecciones en la historia mexicana, la aplicación de la reforma fiscal en Estados Unidos, la negociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), la elevada inflación y algunos otros factores hacen que 2018 sea un año en el que muy probablemente las familias del país sufrirán una vez más golpes a su poder adquisitivo, más golpes de los que ya sufrieron en 2017, cuando el costo del transporte tanto público como privado y los energéticos como gas doméstico y gasolina, se elevaron, lo cual implicó ya de por sí que a los mexicanos les alcanzara para menos.

Apenas hace unos días, la encuesta levantada por el Banco de México de manera mensual en la que consultan analistas del sector privado, arrojó que la inflación va a aumentar más de lo que tenían previsto para este año (de 3.85% a 4.06%) y la economía va a crecer menos. El pronóstico se ajustó a la baja para pasar de 2.30% a 2.28%. El factor que genera esta incertidumbre y que más podría obstaculizar el crecimiento de la economía: La política interna.

¿De qué nos tenemos que cuidar? Las amenazas vienen por varios frentes. Primero, de la reforma fiscal en Estados Unidos. Ésta no sólo afectará a las empresas mexicanas sino que generará una cadena desafortunada que terminará pegando a la economía familiar.

La cadena empieza así. La parte más importante de la reforma es la reducción de impuestos para las grandes empresas, las cuales pasarán de pagar una tasa corporativa de 35% a 21%, esto, con el objetivo, según Donald Trump, de que se traduzca en mejores sueldos y más empleo para los estadounidenses.

Pero no sólo se redujeron los impuestos para las empresas, sino también para las personas físicas. Así, de manera automática, México se vuelve menos competitivo frente a Estados Unidos, lo que puede implicar a mediano plazo menores empleos e inversiones para México.

Pero la reducción de impuestos nos puede pegar y pegar duro.

“Ante este panorama, uno de los caminos que México puede seguir es el de reducir su tasa de impuesto corporativo, aunque esta situación necesariamente implicaría un incremento en las tasas de impuestos indirectos o en las tasas de impuestos a las personas físicas”, explica Deloitte en un texto al respecto. O sea, pueden subirnos los impuestos a las personas físicas.

Por desgracia, el daño no termina aquí, sino que precisamente, con este mismo afán de volvernos más competitivos, es también probable que nuestro banco central hoy decida subir la tasa de referencia (esto hace que a aquellos que vengan a invertir a México se les vaya a pagar más por su inyección), lo cual, indirectamente afectará a todo aquel que tenga una deuda a tasa variable, porque las que están sujetas a este tipo de tasas se mueven con base en la de referencia.  Si sube una, sube otra.

“Si yo tengo una tarjeta de crédito, porque éstas están sujetas a una tasa variable, lo más seguro es que mi deuda se va a incrementar”, explica Francisco Lerín, presidente de la Comisión de Finanzas y Sistema Financiero del Colegio de Contadores Públicos de México. Lo que muy probablemente va a suceder es que Estados Unidos también suba su tasa de interés, por lo que México también puede hacer lo mismo. por la misma razón, para no perder más competitividad frente a nuestro vecino del norte.

La renegociación del TLCAN 

Por ejemplo, en el sector vivienda se espera que durante 2018 suba entre 6% y 7%, debido a la inflación y al incremento en las cotizaciones de insumos como cemento y acero. Además, también se espera que las tasas hipotecarias de la banca puedan incrementarse un punto porcentual en promedio, para pasar de 9.5% a 10%, de acuerdo con la Asociación Mexicana de Profesionales Inmobiliarios (AMPI).

¿Cuál es la razón de fondo? Ambos aumentos tienen origen en la incertidumbre que generan tanto las elecciones presidenciales como lo lentitud con la que se está renegociando el TLCAN, según explicó hace unos días en conferencia, Alejandro Kuri, presidente de la AMPI.

El 29 de enero pasado concluyó la sexta ronda de negociaciones y el mismo representante comercial de Estados Unidos, Robert Lighthizer, reconoció que si bien este evento fue un paso hacia adelante, se está progresando lentamente, eso sí, en un estado de incertidumbre.

Por ahora, más que definiciones, quedan pendientes y se han prolongado las negociaciones que versan sobre los aspectos más técnicos del acuerdo, tales como las reglas de origen (el porcentaje de contenido regional que debe contener los vehículos producidos en los tres países); la solución de controversias y la propuesta de Estados Unidos para revisar cada cinco años la vigencia del tratado; y si bien hay muchas voces optimistas sobre una conclusión exitosa, la posibilidad de ruptura todavía está latente.

“Este sería el escenario más desastroso o al menos el que tendría mayor impacto inmediato en las finanzas, porque ante una salida abrupta del tratado, los inversionistas se pongan nerviosos y podríamos tener una depreciación del peso, el cual impulse al dólar a eso de las 25 unidades por billete verde, pronostica Lerín.

Inflación

Ya los especialistas la pronosticaron al alza. En 2017 sufrimos la inflación más alta en 17 años, cuando esta tasa repuntó hasta 6.77%. La inflación se entiende como el aumento sostenido de los precios de productos y servicios y este precisamente refleja el encarecimiento de precios de energéticos y productos que se vivió en 2017. Según cálculos del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico (IDIC), en 2017  las familias mexicanas afrontaron un incremento de 39% en gas doméstico, 8.9% en transporte público y 17.5% en gasolina.

En  este sentido, el precio de la gasolina es otro de los factores que pueden afectar nuestra economía, porque su incremento puede elevar los precios. Si de por sí los precios se mueven constantemente, así puede ponerse peor. Y es que desde que entró en vigor su liberalización de precios, éstos no han hecho más que subir.

Lo mismo sucede con la disminución de valor del peso frente al dólar. Si bien estas fluctuaciones las suelen absorber las empresas (principalmente gracias a seguros que tienen contratados especialmente para ello), un incremento mayor o prolongado puede reflejarse en el precio final de productos y servicios, lo cual afectaría en última cuenta al consumidor final.

“Las previsiones sobre el tipo de cambio se mantienen básicamente iguales, con el peso mexicano (MXN) cerrando el año en aproximadamente 19.48 por USD, pero es importante considerar que se espera una alta volatilidad en la moneda, debido a la incertidumbre inusualmente elevada que existirá en el entorno económico”,  señala un reporte de Scotiabank.

Las elecciones

Es el proceso electoral más grande de la historia mexicana y su resultado puede generar afectaciones en la economía mexicana cuyos resultados pueden verse reflejados en nuestros bolsillos. Por ejemplo, Scotiabank hace unos meses pronosticó que un posible triunfo de AMLO, podría impactar a las inversiones y al crecimiento económico del país.

Ya la aseguradora de créditos Coface colocó a México (debido a las elecciones) en 61% en el Índice de Riesgo Político, el cual mide el grado de inestabilidad y conflictos en un país con base en factores como desempleo, corrupción y clima electoral, entre otros. Es decir, que existe más
de 60% de probabilidades de que estalle algún conflicto social.

Para la economía mexicana, el futuro es incierto en 2018. “Desde una perspectiva pesimista, podría darse la “tormenta perfecta” si se presenta una desafortunada combinación de factores; por ejemplo, que el TLCAN se cancele, el proceso electoral se vuelva áspero y la inflación aumente”, señala el reporte de Scotiabank.

km

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