Recordemos que a principios de 2013 la prensa internacional aludió al “Mexican Moment” por el potencial de desarrollo que, en ese momento, se vislumbraba para nuestro país en medio de una “avalancha reformadora” que auguraba iniciar una fase de transición, de una economía estancada, de baja productividad y elevados niveles de informalidad, a una de mayor dinamismo de sus sectores estratégicos y bienestar para el grueso de la población.

Hoy en día, a 3 años de que las reformas estructurales han permeado a la mayor parte de la sociedad, es difícil hablar del momento mexicano porque está lleno de claros oscuros. Los resultados de México son inferiores a lo prometido por las reformas, pero no son desastrosos.

La economía crece poco, aunque lo hace más que muchos países de la región, en una época de recesión mundial; el tipo de cambio se devalúa, pero la inflación se encuentra contenida y en sus niveles mínimos en muchos años; el nivel de tasa de desempleo es comparable con la de los principales países desarrollados de la OCDE, pero la informalidad supera la media de América Latina; de 2012 a 2014, aumentó el porcentaje de personas que viven en pobreza, pero disminuyó el porcentaje de personas que viven en pobreza extrema; la violencia parece venir disminuyendo, pero el gobierno atraviesa por una gran crisis de legitimidad y problemas de corrupción que merman la prerrogativa que tiene el Estado para dirigir la economía nacional.

México se mueve; no obstante, lo hace a paso lento y por caminos que en algunos casos no son los más adecuados. Este nuevo año que comienza será difícil, porque el entorno internacional sigue siendo recesivo, el precio del petróleo bajo, los ingreso públicos bajos y el tipo de cambio errático. Para México representa una encrucijada, en el sentido estricto de la palabra, pues estando a mitad de sexenio podemos echar por la borda 3 años o hacer que las reformas se consoliden y ayuden a transformar al país.

Lograr que las reformas se consoliden y aporten puntos de crecimiento al PIB no es un proceso que tome solamente otros 3 años, se requiere continuidad de las políticas y visión de Estado, conceptos que no son sencillos de aterrizar bajo el actual sistema partidista que tenemos.

En 2016 habrá elecciones de gobernador en 12 entidades federativas, 388 diputaciones y 965 ayuntamientos. Asimismo, no deberá de sorprendernos ver a muchos de los aspirantes presidenciales iniciar su campaña en este año. Algunos nombres, como el de López Obrador, son claros contendientes hacia 2018, otros como el de Margarita Zavala, Manlio Fabio Beltrones, Mancera u otros, podrían formalizarse en los siguientes 3 años. Así pues, en 2016 comienza la carrera política y lamentablemente algunos ya están viendo hacia 2018.

Como lo hemos mencionado en diferentes ocasiones, 2016 será un año con obstáculos, pero también con oportunidades para todos, particularmente para que el gobierno continúe asumiendo su papel en la conducción del rumbo del país, y para que establezca una hoja de ruta clara hacia el fin de sexenio, pero también hacia los años siguientes; por ello es importante la colaboración de todos los partidos.

Hay muchas necesidades; no obstante, hoy las prioridades deberían estar en impulsar políticas que tiendan a mejorar el salario de los que menos tienen y disminuir el nivel de informalidad laboral; aumentar la recaudación y ejercer un gasto público responsable; hacer que la educación sea el motor de nuestra competitividad y productividad; impulsar la explotación de nuestros recursos de manera sustentable y con una infraestructura moderna; impulsar el crecimiento de los sectores agrícola y manufacturero y erradicar la corrupción. Lo anterior hace particularmente importante impulsar y acelerar las reformas laboral, educativa, energética y de transparencia.

En 2013, cuando escuchamos hablar del Mexican Moment, se veía que lo que la prensa internacional pronosticaba de México podía ser posible, pero también era una realidad que los problemas estructurales no pueden solucionarse en la inmediatez de un sexenio. Por ello, es necesario que en 2016 transitemos también de una política basada en la visión de partidos a una política basada en la visión de Estado, donde los partidos políticos nos muestren propuestas de cómo materializar el proyecto de país que se planteó desde 2012. Por nuestra parte, nos corresponde a los empresarios “previsionar” anticipándonos estratégicamente a las tendencias y construyendo escenarios basados en una planeación real que considere no solamente temas financieros sino también del entorno y, con base en ellos, establecer rutas claras de acción para aprovechar las oportunidades que se presenten.

Presidente de Consultores Internacionales S.C.

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