Un líder no sólo debe de saber gestionar proyectos, organizar el tiempo, escribir reportes, entrar a junta o resolver imprevistos. Debe saber hacer estas actividades, pero es más importante que tenga la habilidad de entender sus propias emociones y las de otros porque esto le llevará a dar verdaderos resultados.

Las emociones no se pueden separar del lugar de trabajo. Las personas siempre se encuentran influidas por sentimientos que, consciente o inconscientemente, suelen guiar sus acciones.

Esta es la conclusión han llegado diversas investigaciones sobre recursos humanos, las cuales durante las últimas décadas han puesto los ojos en un tipo de inteligencia, la emocional. Ésta es la cualidad principal que debe tener cualquier líder o individuo que quiera inspirar a otros y hacer verdaderos cambios en las organizaciones.

Este término puede entenderse como la capacidad de percibir emociones, así como entenderlas para regularlas y, con ello, promover el crecimiento emocional e intelectual propio y del equipo con el que se trabaja, según explica un estudio publicado por el Tavistock Institute.

“Un líder es una persona, no puede separarse de sus sentimientos; al contrario, debe aprender a vivir con sus emociones. Éstas son las partes que mueven más a la gente que depende de ti. Aquí lo importante es cómo dominas estas emociones”, explica Gustavo Contreras, director general del Instituto Mexicano de Mejores Prácticas Corporativas.

David Goleman, un psicólogo que adquirió fama a partir de la publicación del libro Inteligencia Emocional, le dio forma a un concepto que explica la relación de control que debe tener un líder con sus emociones y las de su grupo: “el líder resonante”. Éste tiene como principal tarea la de trasmitir buenos sentimientos a aquéllos que lo siguen. “Esto ocurre cuando él genera resonancia, un reservorio de positividad que libera lo mejor de las personas. En la raíz, es el primer trabajo del líder es emocional”, sostiene Goleman. Él y otros investigadores concluyen que la inteligencia emocional trae esta resonancia necesaria al líder, pero también a sus equipos y a la organización entera.

Entre otras tareas, a él le toca manejar las emociones positivas hacia una sola dirección y limpiar el smog creado por los sentimientos “tóxicos”.

Las investigaciones al respecto coinciden en que el primer paso para desarrollar la inteligencia emocional es el darse cuenta del propio sentir. “Apreciar apropiadamente las emociones facilita la formación de juicios y el tomar decisiones. Su adecuada expresión asegura que la gente será capaz de comunicarse efectivamente con los otros para identificar sus necesidades y lograr sus metas y objetivos”, sostiene el estudio Emotions and Leadership: The role of emotional intelligence, realizado por Jennifer M. George, una profesora de liderazgo de la Jones Graduate School of Business de la Rice University, en Houston, Texas.

¿Cómo dar el paso?

El primer acercamiento para desarrollar la inteligencia emocional es darse cuenta de cómo las emociones actúan en nosotros. Esto se puede lograr a través de nombrar esos sentimientos. Un ejercicio propuesto por el libro Becoming a Resonant Leader: Develop Your Emotional Intelligence puede ayudarte a lograrlo.

Imagina una situación en el trabajo que haya involucrado emociones fuertes. Después, ponles nombre: felicidad, estrés, agradecimiento, etcétera. Luego, piensa en qué parte del cuerpo respondió a esa emoción; el estómago, la garganta, algún músculo. Finalmente, dale una explicación a por qué te sentiste así. Pudo deberse a que alguien traicionó tu confianza, por ejemplo. Ahora pregúntate, ¿cómo afectaron tus sentimientos a tu equipo?

Uno de los principios de los que hay que partir, expone Goleman, es que las emociones son contagiosas y mueven cosas: “Así como viajan como electricidad en nuestros cuerpos y cerebros, viajan rápidamente entre las personas”. Por esto, el humor del líder afecta a todos los que lidera y quizá a los que conforman la organización. Cuando se es optimista, se piensa más clara y creativamente y se tiene mejor desempeño. Al final, el trabajo del líder es dar resultados, asegura Contreras: “Un colaborador que llega y te cuenta que tiene un problema, no te cuenta para que te sientes a llorar con él, sino para que con base en el manejo de esas emociones, tú lo puedas asesorar y le puedas brindar como organización el esquema que a él le va a ayudar a la solución de su problema”.

George lo explica fácilmente y asegura que las actitudes positivas facilitan la creatividad, el pensamiento integrado, el razonamiento inductivo, mientras que los sentimientos negativos facilitan la atención a los detalles, la detección de errores y problemas y el procesamiento cuidadoso de la información. Así que manejar las emociones y orientarlas a las situaciones favorece la elaboración de perspectivas sobre un asunto en particular. En este sentido, Contreras coincide y asegura que las emociones se deben orientar al logro de objetivos.

El estudio de George destaca que a través de la evaluación de oportunidades y problemas bajo diversos estados de ánimo, se podrá poner sobre la mesa una amplia gama de opciones. Puedes analizar un problema mientras estás optimista, para luego estudiarlo mientras estás molesto. Los resultados serán amplios.

No sólo los tuyos importan

Ya que se tiene consciencia de los propios sentimientos, también es importante hacerlo con los de los otros; es decir, tener empatía, la capacidad de entender los sentimientos del otro. De “ponerse en sus zapatos”, como se dice coloquialmente.

Hay cuatro aspectos en los que la inteligencia emocional se relaciona con el liderazgo, según los enlista George y son: la evaluación y expresión de las emociones; el uso de éstas para mejorar los procesos; la toma de decisiones; el conocimiento de los sentimientos y su gestión. Todas estas áreas pueden desarrollarse a través del análisis del propio líder y de cómo se relaciona con las emociones de su entorno.

Google News